¡Bienvenid@!

Es un placer darte la bienvenida a mi blog. Si quieres conocerme un poquito antes de seguir, puedes hacerlo aquí: Elisa




Más allá de los sueños

Ahora que no nos lee nadie, quisiera confesarte una cosa: ¿sabes lo que echo de menos?
Echo de menos que le eches huevos a la vida. Que pelees por lo que quieres. Y por los que quieres.  A brazo partido. Sin concesiones.
Que no dejes que los demás dirijan tu película. Que seas el prota de tu propia historia. La que mereces. La que deseas. La que has venido a vivir.
¿Por qué le cedes tu papel a los actores de reparto?
¿Por qué permites que personajes secundarios boicoteen tu guión original?

No se vale tirar balones fuera ni pasar palabra. Que en este film te lo juegas todo a un rosco. Y los segundos se van volando.
Porque no hay dos “hoy”. Ni dos “ahora”. Esto es un ahora o nunca. Un aquí y ahora.

Abre los ojos. Depositar en los demás la responsabilidad de tu situación huele a conformismo y lagrimeo rancio propio de una telenovela de sobremesa. Sacúdete el victimismo y sal de la zona de confort. Éste no es país para viejos. Ni para cobardes.

Tú. Sí, tú. No leas para otro lado. Mírame a las hojas cuando te escribo. ¿A qué esperas para dejar de lamentarte y regalarle momentos a la papelera de reciclaje?

Espabila. Que las cosas no caen por su propio peso. Que lo que pesan son los lastres que arrastras y que ya no te corresponden. Lo que pesa es llorar en los créditos finales por lo que pudo haber sido y no fue. Lo que empiezan a pesar también son los años. Y los largometrajes no son tan largos.
¿Qué piensas hacer con todos esos sueños que tienes enlatados? ¿Vas a seguir escondiéndolos? ¿Vas a renunciar a tus proyectos? ¿Prefieres guardarlos para rellenar el discurso de tu premio póstumo? ¿Para un remake de tu ópera prima?
Lucha por ellos, por favor. Persíguelos.

Que la vida son dos entregas. La primera empieza cuando naces. La segunda, cuando empiezas a vivir.

Under construction

El principio no es mío; el final espero que sí…

Reconstruir.
Reconstruir-se.
Lo venía pensando esta misma mañana. Es hora de ir recogiendo las pequeñas piezas que me definen... dejarlas en su sitio, permitir que vuelvan a encajar.
Está claro, eso supondrá desembarazarme de otras, ésas que me han acompañado durante tanto tiempo. Que me han servido de comodín, que, tontamente, he considerado me hacían parecer más fuerte, menos vulnerable.
Cómo pesa llevar una pieza que no corresponde a tu puzzle, a tu mapa...
Venía pensando también en lo dura que va a resultar la tarea. Por dónde comenzar...

Me decía una psiquiatra que la ansiedad es como un monstruo. A veces está dormido, otras despierta con una virulencia que no parecemos controlar. Pero lo cierto es que al final la controlamos.
Cuando dejamos de enfrentarnos a ella. Cuando permitimos que lo invada todo. Cuando dejamos que esa sensación híperdesagradable camine por nuestro estómago y termine recorriendo nuestras entrañas. Cuando lo único que pedimos es que nos las arranque, que se termine, que apague la luz. Que lo apague todo...
Entonces la controlamos, se diluye... la vencemos.

Y aquí tengo el monstruo. Despiertísimo. Instalado en mí. Como un okupa. ¿Quién le ha dejado entrar? De hecho, ¿por dónde se ha colado?
No lo vi llegar. Y aquí está… Divirtiéndose trastocando todas las piezas y dejándome sin identidad. Are you still you? leía ayer en alguna parte. Sí. Creo que sí. Todavía soy yo.
  
Así que, ahora que el monstruo ya lo ha asolado todo, ahora que me ha devastado y ha dejado todas las piezas desperdigadas, ha llegado el momento de reconstruir. Reconstruir-se haciendo limpieza general. Como cuando te mudas, que aprovechas para tirar lo que hace mil años que dejaste en un rincón. Aquello que no te sirve para nada y que no osaste tirar en su día pero que te hace tropezar cada vez que pasas por su lado. Se trata de identificar dónde se pierde el equilibrio y dónde duele. E ir sanando moretones, chichones y heridas abiertas.
Pongámonos manos a la obra. Vayamos haciendo cajas y empaquetando retales de vida. No consigo imaginar cómo va a quedar el puzzle que conforma mi esencia pero las piezas que tengo ante mí me gustan. Porque son las mías. Éstas sí.

Alas

Volvimos a vernos por fin después de unos días frenéticos y agotadores. El intenso calor de la noche anterior y las emociones por los últimos acontecimientos nos habían robado el sueño y el cansancio se dejaba notar.
Nos escapamos a la playa temprano, cuando el mar todavía está en calma y la suave brisa aún fresca despeja mente, cuerpo y alma.
Tras un breve paseo, tú propusiste que nos diéramos un baño. Desde la orilla, te observé mientras te adentrabas lentamente en el agua, con esa serenidad tan tuya y esa elegancia en los movimientos. Entonces pensé que sólo te faltan las alas. Alas del ángel de la guarda que protege sin tregua. Alas del ave rapaz que al desplegar toda su envergadura aportan fuerza y propulsan con energía. Alas del líder de la bandada que abrazan, cuidan y dan calor en el nido. Alas siempre alerta que regalan estabilidad y seguridad. Alas de libertad...


Recuérdame...

23 de mayo. Ya estamos...

Y echo la vista atrás con la absoluta certeza de que no hay nada como mirar siempre hacia adelante. Porque lo pasado pasado está y si te he visto no me acuerdo. Carpe diem. ¿No es eso? Pues eso es.

Así que le hago un corte de mangas a la sensatez y, sí, echo la vista atrás...

Y me gustaría que recordaras con el mismo cariño con el que yo recuerdo lo que empezamos desde cero a plena luz del día y se llevaron por delante las malditas madrugadas.

Y que me recordaras con la frescura de quien tiene toda la vida por delante y ganas de comerse el mundo y a quien el mundo acaba comiéndose. Con la ilusión de quien lo deja todo cuando le dicen "ven" y se marcha sin ni siquiera un "vete".

Acuérdate de mi como tantas veces te dije, como tu fan número uno. Ésa que te admira por encima de todo, ésa que haría cualquier cosa por ti. Ésa que te espera sin límites y te busca por los rincones más recónditos. Ésa que siempre está en la primera fila dispuesta a jalearte sin importarle las colas y los empujones. Esa fan que perdió a su ídolo.

No sé si podrás recordarme como yo tantas veces te he querido ver a ti: como ese remanso de paz. Ese hogar al abrigo de cualquier peligro. Un hogar que hizo aguas y quedó abandonado a la intemperie.

Quisiera que me recordaras con esa risa que compartimos y a la que acalló el llanto, con esos sueños que construimos juntos y abrasó el fuego de ese infierno. ¿Recuerdas todas esas promesas? Nacieron del corazón y se las cargó la falta de cabeza.

Recuerda por favor el ángel de la guarda que te quiso cuidar. Recuerda que te cuidó. Recuerdo que tú le cuidaste. Recuerda que os cuidasteis hasta que dejaste de cuidarte. Y él te quiso seguir cuidando.

Y no olvides los ruegos, las súplicas, los por favores aniquilados con silencios, desprecios, portazos y ausencias.

Pero sobre todo recuérdame con todo el amor de una madre que ha compartido contigo el mejor regalo que nos hemos podido hacer. Y recuérdame luchando por ellos, creciendo con ellos, aprendiendo a su lado y protegiéndoles. 
Y recuérdame herida por su sufrimiento, triste por su pena, orgullosa por sus logros, cansada por sus esfuerzos y feliz por sus alegrías.

Recuérdame con cariño; el que ambos nos merecemos por todo lo que fue y por lo que no fue y pudo haber sido.

Recuérdame con respeto; ése que nunca te he perdido y tanto cuesta mantener a salvo.

Recuérdame con una sonrisa, como la primera vez que nos vimos. Porque si me la ofreciste aquel día que éramos dos extraños, mucho más nos la debemos ahora que nos lo hemos conocido todo.

Y recuérdame con amor; porque de amor iba esto y porque sólo de amor se vive.

Recuérdame siempre como soy. Como fui y como seré. Así, sin echar la vista atrás. En mi aquí y ahora. Con mis ganas de mañana.

¿Y si fueras capaz...?

¿Y si fueras capaz de ver que estás llena de vida? Que desde que el miedo y la barbarie se instalaron en ella, te están robando lo más preciado que tienes.
¿Y si fueras capaz de recordar que una vez sí que te sentiste merecedora de una vida digna? ¿Por qué no recuerdas cuando eras libre?
¿Te acuerdas cuando tú eras dueña de tus acciones y nadie decidía por ti? ¿No ves que ahora son el pánico, la desesperanza y los restos que quedan de tu persona los que actúan en tu nombre? Ya no queda nada de tu amor propio. ¿Dónde te lo has dejado, princesa?
¿De verdad es posible que ya no quede nada de esa niña alegre y soñadora en tu retina? ¿No la ves? ¿Ya no te entra ni un rayito de luz en ese mundo oscuro al que puedas agarrarte para darte cuenta de que ésa no eres tú? Ya no eres tú. La sinrazón te ha reducido a la nada. La lluvia de odio, humillación y rabia que ha descargado sobre ti te ha convertido en un saco de huesos y de carne y lo peor de todo es que ni siquiera puedes verlo. Como tampoco puedes ver que eres mucho más que un punching ball concebido para recibir cuantos golpes quiera asestarle la locura ajena.
¿De verdad ya no eres capaz de aferrarte al amor de los tuyos para salir de esa vorágine que te está arrastrando a la muerte? Porque ya estás muerta. Muerta en vida. Y no lo ves. Como tampoco ves que ése no es tu sitio. No, joder, no te lo creas. Ése no es tu sitio. Ni el tuyo ni el de nadie. Ya basta. Que nada ni nadie está por encima de ti y que, sí, tú también mereces VIVIR. 
Porque que alguien te entierre en su odio no quiere decir que no puedas recibir amor. Porque que alguien te despoje de tus dones más preciados no significa que no los tengas. Están ahí. ¿Por qué no los ves?
Y no, no eres un saco de mierda. Eres digna y merecedora de la vida que tú te propongas alcanzar. Sí, no resoples pensando "Ya... eso lo dices tú que eres inteligente, valiente y fuerte..." Soy el espejo de tu alma. Pero no me ves... Cerraste los ojos hace una eternidad para no ver el horror que tenías delante y ese día te instalaste en la oscuridad que te domina ahora.
¿De verdad no ves ese haz de luz que sigue queriendo asomarse por un rinconcito? Míralo. Búscalo y no lo pierdas de vista. Existe. Y ahí afuera hay mucho más de eso. Y en tu cueva ya no se ve nada, hace mucho frío, la humedad te ha dejado agarrotada y además estás sola.
Si tan sólo fueras capaz de ver la gente que está deseando que salgas de tu madriguera... Porque sí, porque sí que hay gente que te quiere. A TI. Sí. Porque a ti también se te puede querer, aunque te cueste creerlo.
Pero para sentirte querida debes abandonar ese refugio. Ahí no pueden entrar a por ti; el espacio es demasiado reducido y estás agazapada. No caben los besos ni los abrazos. Por no caber, no cabe ni el oxígeno. Hace demasiado que te falta el aire...
Sal de ahí, por favor. Abandona la cueva y no vuelvas a mirar atrás jamás. Mira esa pequeña luz que es tu esperanza y despierta. ¡Levanta la cabeza, joder! Abre los ojos y no se te ocurra cerrarlos de nuevo si no es para retomar tus antiguos sueños.
Despliega las alas que, aunque te parezca lo contrario, no han conseguido cortar. Retoma el vuelo. Recupera tu libertad...

¿Notas el sol? ¿Lo recuerdas? ¿Sientes el calor? ¿Se te va pasando el frío? ¿Oyes cómo cantan los pájaros? ¿Es posible que en algún momento llegaras a pensar que la música había dejado de sonar? ¿Tú que adoras ir canturreando por la vida? ¿Tú que, paradojas de la vida, tienes una canción favorita que se llama "Aunque tú no lo sepas"...? ¿Hueles el aire? ¿Sientes a qué sabe la libertad?
¿Y ves a todas esas personas? ¿Las ves ahora? Llevan delante de ti todo este tiempo y no te habías enterado. Y fíjate cómo sonríen y cómo les brillan los ojos. Es por verte ahí de pie...
¿Y ves también a esa mujer serena, sonriente incluso, decidida a ser feliz y convencida de que una es tan guapa como quiera serlo y que una no es más ni menos que nadie porque una vez alguien le hizo creer que no valía ni para sobrevivir? ¿La ves? Pues esa soy, que eres tú. Vente conmigo y no me vuelvas a soltar la mano nunca más. He vuelto a encontrar el camino del que no debí salir jamás...